sábado, 19 de febrero de 2011

Mas Sobre El CEAMSE

En González Catán, localidad del partido de La Matanza, la geografía cambió en los últimos años. Ahora, además de las calles de tierra, casas bajas, y arroyos mal olientes, a escasas diez cuadras del centro, hay un par de montañas que resaltan en el paisaje. Tienen más de treinta metros de altura pero no son un atractivo turístico; al contrario, el olor que emanan detiene a cualquiera que intente acercarse. Estas "cumbres" tóxicas, hechas de toneladas de basura y capas de tierra, pertenecen al centro de disposición final de residuos de la Ceamse (Coordinación Ecológica del Área Metropolitana Sociedad del Estado), lugar donde van a parar los desechos de gran parte del conurbano bonaerense. Funciona desde 1979, y es responsable de la contaminación del agua, de la tierra y del aire, que provocó un alarmante incremento de enfermedades como cáncer, leucemia o púrpura, por las que hasta el momento murieron más de mil personas, y muchas otras están afectadas.

"No apta para consumo humano", así es el agua de González Catán, según las pericias hechas por Gendarmería Nacional, a raíz de la denuncia contra la Ceamse por contaminación ambiental, realizada por Vecinos Autoconvocados, un grupo de personas que desde hace cuatro años lucha por el cierre del basural. El agua contiene cromo, partículas metálicas, cristalinas y algas. Por eso el juez Juan Pablo Salas, del Juzgado Federal Nº 3 de Morón a cargo de la causa, aconsejó no utilizarla "ni para cepillarse los dientes", y ordenó a la Municipalidad de La Matanza y a la Secretaría de Política Ambiental la provisión de agua potable a los barrios Nicole, San Enrique y Las Marías -los más cercanos a la planta- y a las instituciones y escuelas de la zona.
En Nicole dos de cada tres personas tienen erupciones en la piel, bacterias, hongos o alguna otra enfermedad relacionada con el medio ambiente. El caso de este barrio, cuyo nombre nada tiene que ver con el apelativo femenino, sino que surgió porque no tiene colegios ni colectivos, es tal vez el más indignante. A sus habitantes el Gobierno provincial les prometió cumplir el sueño de la casa propia. Para eso los trasladó desde donde vivían hasta los terrenos fiscales donde se levantó el barrio -frente al relleno sanitario, con el arroyo Moralez como frontera-, y les entregó chequeras para que mes a mes paguen lo que sería su hogar para toda la vida. Los vecinos creyeron que la módica suma de cada cuota obedecía a que el lugar estaba alejado y casi inhabitable. Tiempo después comprendieron la realidad: están viviendo en una trampa mortal, a pocos metros de un enorme basural tóxico. Que nunca les hayan cobrado las cuotas, ni la luz, ni los impuestos, hace pensar que el Gobierno está al tanto de la situación en la que los metió, pero parece que, económica y políticamente hablando, es más barato mantenerlos callados que reconocer el problema y solucionarlo.
Originalmente la planta debía cerrar en 1998, pero la clausura del complejo de Villa Domínico, debido al colapso ambiental que causó, hizo cambiar los planes y provocó que este depósito creciera inusitadamente en los últimos años. En 2004 el gobernador Felipe Solá, cercado por las movilizaciones y las protestas de los vecinos, prometió el cierre definitivo de la planta para diciembre de 2005. Pero poco después la municipalidad y el Gobierno provincial decidieron extender la utilidad del basural hasta el año 2010. Carlos Hurst, presidente de la Ceamse desde mayo de 2003, consideró en varias oportunidades que vivir cerca de los rellenos "no es agradable", y hasta osó evaluar que es "un riesgo", pero jamás reconoció que estén saturados ni que sean la causa de la contaminación del medio ambiente, de las muertes y enfermedades. "Eso no está comprobado", esgrimía el señor Hurst. El fallo del juez Salas empezó a tirar por la borda su discurso.
Pese a esto, es muy lento el avance en la Justicia del amparo presentado por Vecinos Autoconvocados, para el cierre de la planta y el saneamiento del medio ambiente. Luego de treinta días de demora en el sorteo, pasó a la Sala 2 de la Cámara Federal de San Martín, pero todo parece "cajoneado". Así y todo los vecinos no bajan los brazos. Esperan que en veinte o treinta días estén los resultados de los exámenes que los médicos forenses les están haciendo a los numerosos vecinos enfermos. Con estas pruebas, más lo establecido tras el análisis del agua, el juez Salas tendrá finalmente el material necesario para comprobar la relación entre la planta de la Ceamse, y las muertes y enfermedades.
Parece mentira que hagan falta tantas marchas, tantos cortes, tantas pruebas presentadas, con sólo dar una vuelta por González Catán es posible darse cuenta que estas personas no mienten. En una ciudad de más de 200 mil habitantes existen cuatro cementerios, tres arroyos sin entubar, una tosquera y una subestación de Edenor, pero nadie tiene el "privilegio" de contar con agua de red ni cloacas. En la planta de la Ceamse, ubicada en Scarlatti y Gallardo, ingresan 64 mil toneladas de basura por mes. El olor es nauseabundo durante todo el día, y por las noches a veces es tan fuerte que "quema" la garganta. Los líquidos lixiviados (el jugo de la basura) durante muchos años no fueron tratados y terminaron por contaminar las napas. Hoy están enfermas personas que viven hasta diez o más cuadras de distancia del relleno.

A falta de compromiso de los representantes políticos en el tema, los Vecinos Autoconvocados se transformaron, desde hace cuatro años, en la piedra en el zapato de los funcionarios y empresarios que, por acción u omisión, son responsables de esta situación. Entre el 30 de octubre y el 3 de noviembre de 2006 realizaron el corte más largo a la entrada del relleno. Todo terminó a las 2 de la mañana con un operativo de 500 policías y varios carros de asalto para detener nada más que a 25 vecinos que acampaban en la puerta. Horas después cerca de 150 personas reclamaban en la comisaría 5ta por la liberación de los demorados. Esa misma tarde, gracias al boca a boca, cinco mil personas se reunieron y marcharon por la ciudad para demostrar que no piensan detenerse.
Lamentablemente hoy esa fuerza sufrió un quiebre: algunos vecinos decidieron separarse porque no quieren que ningún partido político integre o esté relacionado con la agrupación. Otro motivo que desató una áspera controversia, con pedidos de expulsión y acusaciones de corrupción incluidas, fue el proyecto de creación de una cooperativa para reciclar basura en la ciudad, para lo cual le pidieron un subsidio al Gobierno nacional, sin permiso de la Asamblea.
Celia Frutos, una de las primeras personas que alzó la voz contra la Ceamse, integra el grupo que está en contra del reciclado y que ahora está formando una ONG para continuar el reclamo, sin insignia política, por el cierre definitivo del basural, la reparación de los daños al medio ambiente y la instalación de agua corriente y cloacas. Celia cree la cooperativa de reciclado "no disminuirá la contaminación ni dará trabajo a tanta gente
 como dicen", y considera que "no es sencillo desarrollar una planta de ése tipo, y no están capacitados" para hacerlo. Con bronca por lo que considera una "desviación de los objetivos reales de los vecinos Autoconvocados", Celia define a la idea del reciclado como "un engaño que sólo servirá para seguir trayendo basura", porque para reciclar, advierte, "hay que empezar en casa, separando la basura, y no tenemos todavía ni educación ni conciencia para eso".
Por su parte, Graciela Favot, una vecina con varios años en esta lucha, si bien no está de acuerdo con la instalación de la planta de reciclado, cree que es un "argumento infantil" la negativa a compartir la agrupación con otras organizaciones sociales. "No se puede preguntar a cada uno qué afiliación política tiene cuando pide la palabra, todos somos vecinos", sostiene esta madre y docente.
Más allá de estos debates internos -que los debilita, por cierto- unos y otros tienen en claro que en el negocio de la basura les tocó la peor parte. Trasladar los residuos hasta los depósitos no es gratis. Cada tonelada cuesta entre 20 y 50 pesos, según la distancia y el tipo de desecho, y en Catán ya saben que prácticamente cualquier cosa ingresa en los camiones, desde residuos patológicos hasta los desperdicios de las curtiembres. Esta cuestión del negocio es tal vez el obstáculo más fuerte que los vecinos deben superar. La Ceamse significa una caja chica a disposición de los gobiernos municipal, provincial y nacional, que ninguno desea resignar.
Los centros de disposición final de residuos "nacieron" para sustituir los basurales a cielo abierto y los incineradores de basura por un modelo más "avanzado" que produzca un "mejoramiento de la calidad de vida", según la Ley 9.111, sancionada en 1978. Pero la falta de previsión y planificación los transformaron en una estafa a la salud de las poblaciones cercanas, porque enterrar la basura no es más que superponer materiales y restos de sustancias orgánicas e inorgánicas, que sin tratamientos ni separación previa generan combinaciones químicas imprevisibles e inclasificables, y convierten a estas plantas en verdaderas bombas de tiempo.

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